La Revolución en Marcha de Colombia comprende el período que va desde 1934 a 1938, llamado así para establecer el contraste entre el gobierno de Alfonso López Pumarejo y el de la Concentración Nacional presidido por Enrique Olaya Herrera. El liberalismo y las fuerzas populares y sindicales que acompañaron la revolución en marcha se movían en un mundo de extrañas paradojas: el ascenso de las reformas populares y la presencia del fascismo italiano, el falangismo español y el nazismo Alemán, fuerzas incidentes en nuestra vida por la propaganda desatada de los interesados, sus agencias de difusión ideológica y sus agentes en el país.
Desde antes de la llegada de López al Mando Supremo, Laureano Gómez, Jefe virtual del partido conservador desde los debates contra Olaya, decretó una política de no colaboración, extensiva a las Cámaras Legislativas. Así, el Partido Liberal, sin tener con quien pelear, se puso a pelear consigo mismo y a generar divisiones internas con relación a las reformas propuestas, como consecuencia de los diferentes intereses que se movían en el interior del partido, de la economía nacional y de las clases sociales en pugna.
Las masas se hicieron lopistas y la convención liberal de 1.935 se comprometía a “demoler la economía nacional que establecieron los españoles y que la república en sus primeros tiempos ha venido consolidando”.
La Clase terrateniente se fue haciendo enemiga de las reformas de la revolución en marchaporque sus capitales, ensamblados con el agro, no podían permitir la influencia de una legislación de tierras que se encaminaba balbuceante hacía la ruptura de las formas atrasadas de producción. La derecha fundó la A.P.E.N. Sus jefes: el conservador José Camacho Carreño y el Liberal Juan Lozano y Lozano. Su periódico: La Razón. Sus objetivos eran: defender el sagrado derecho de propiedad, amenazado por un artículo de la Constitución que declaraba que la propiedad es una función social que implica obligaciones.
Al llegar en 1.934 al poder, el liberalismo adopta el vocabulario de las gentes jóvenes letradas del partido socialista y de los círculos estudiosos del marxismo. El sindicalismo clandestino de Barrancabermeja pudo funcionar abiertamente. Los estudiantes de la federación de 1929 pasaban, con armas y bagajes, a las filas del liberalismo lopista. Y algunos de ellos se convirtieron, más tarde, en la derecha del Partido Liberal.
En el momento de posesionarse, López había sostenido: “No encuentro en la historia nacional el ejemplo de un período de gobierno que no se haya constituido como una oligarquía, más o menos disimulada o que no haya derivado hacía esa forma de mando, olvidando sus obligaciones con los electores”. Y agregaba: “La propiedad tal como la entiende el gobierno no se basa únicamente en el título inscrito, sino que tiene su fundamento en la función social que desempeña, y la posesión consiste en la explotación económica de la tierra por medio de hechos positivos de aquellos a que sólo da derecho el dominio, como la plantación o sementera, la ocupación con ganados, la construcción de edificios, los cercamientos y otros de igual significación”. Frente al estilo de Olaya Herrera que hizo aprobar el contrato Chaux-Folson para entregar a la Texas Petroleum Company y a la Gulf los yacimientos del Catatumbo, López oponía el nacionalismo con la tesis “Colombia para los Colombianos”, ya mencionada. Al gerente de la United Fruit que intentó sobornar a un funcionario colombiano lo mandó López a la cárcel y después al extrañamiento.
Durante la época se crearon dos nuevos impuestos: el de patrimonio y el de exceso de utilidades. Había fondos para iniciar obras y prestar servicios.
El 1° de mayo de 1936, se realizó el desfile de las clases trabajadoras y, desde los balcones de Palacio, el presidente fue llamado “compañero” por los oradores populares. La unidad de López con el pueblo era total. Pero, lamentablemente, fuerzas y personas de derecha incrustadas en el gobierno y en el Congreso, impedían que el presidente diera pasos más avanzados. El gobierno estaba sometido a los golpes venidos de los sectores de derecha: Los latifundistas disgustados por la legislación de tierras; el conservatismo ulcerado por la perdida del poder; la APEN clamando contra los incipientes impuestos y el satanismo en espera de evitar toda solución presidencial que implicara continuidad con La revolución en marcha. Todo el equipo de gobierno de López era joven. Ello implicaba una lejanía de los vicios administrativos. Con todo, el presidente, nunca encontró un continuador de su obra. A los pocos años, los mismos que pronunciaron los discursos contra el Concordato y la Carta del 86 y las Leyes absurdas y las tradiciones coloniales, entonces vigentes, terminaron en el misticismo, la arbitrariedad y el autoritarismo.
Parecía que, no obstante la timidez de las reformas de la revolución en marcha, el antiguo equipo ministerial de ese cuatrienio hubiera tenido vergüenza de haberle servido a la república en el “cambio de la mula al avión”, como entonces se decía. Empero, el relevo de clase dirigente fue provechoso, la circulación de las elites dio paso a la juventud progresista y la sustitución de los viejos equipos aireó el ambiente insoportable de los Caciques analfabetos de todos los ayeres. Los impuestos alejaron a sectores liberales del Gobierno. Los trabajadores fundaron la Confederación de Trabajadores de Colombia, y a ella se vincularon los intelectuales de izquierda. Por su parte, Laureano Gómez abrió fuegos contra la administración e invitaba a la “acción intrépida”, al “atentado personal” y a “hacer invivible la república”.
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