Mientras que el período conocido como la “Violencia” favoreció un gran retroceso en la representación de la efectividad del Estado, se considera que, además de las implicaciones que un sistema como el Frente Nacional trajo consigo, existieron varios movimientos y varias situaciones paralelas a este ciclo que contribuyeron con su desarrollo, tanto positiva como negativamente.
Este “pacto de no agresión” hecho por los partidos más importantes y representativos de nuestro país, si no los únicos, acarreó, como lo dicen las politólogas Ana María Bejarano y Renata Segura Bonett, un derrumbe parcial del la figura del Estado, por su falta de presencia en muchos lugares, así como de autoridad. Así, se crean grupos guerrilleros que crecen en los campos y movimientos de protesta social que ven totalmente lejos sus intereses de los que promulga el Estado.
Comienzan las sucesivas reformas administrativas y constitucionales; la utilización del erario público para ganar clientela frente a la apatía del electorado, que fue la más grande en toda la historia del país, alcanzando el 70%.
Aparece la ANAPO (Alianza Nacional Popular) que se concibe como una amenaza populista a la paridad de los partidos políticos (1970-1974). Además, se revelan una gran cantidad de liberarles y forman un movimiento disidente que, junto con la ANAPO, trataron de crear oposición al régimen, el MRL (Movimiento Revolucionario Liberal), en el cual participaron los antiguos militantes de la izquierda, del movimiento estudiantil, del sindicalismo colombiano y de las organizaciones agrarias.
Estos dos movimientos no duraron mucho tiempo ni tuvieron la oportunidad de hacerlo, ya que en el ciclo del Frente Nacional todo movimiento o pensamiento que fuera contrario al sistema era censurado y no existía. Así, el MRL se integró al liberalismo oficial.
El Frente Nacional propició, además, una gran crisis en la universidad pública, ya que se comenzó a norte- americanizar la Universidad nacional, creó sublevaciones de los estudiantes, que habían sido claves en el derrocamiento del dictador Rojas Pinillas, y que a partir del comienzo del Frente, llegaron a ser tratados como subversivos.
Los movimientos reivindicatorios obreros fueron excluidos por el “sectarismo clasista”, ya que fueron considerados enemigos del proceso.
Así el Estado y los partidos tradicionales ampliaron las exclusiones políticas, sociales y de expresión, pero, así mismo, estos sectores discriminados se auto- excluyeron y se separaron de la política tradicional.
Lejos de la vida política estaban los nuevos escritores, contemporáneos al movimiento, que buscaron generar una narrativa joven y diferente en las ópticas y en los medios expresivos, frente a los otros escritores, más antiguos, como Gabriel García Márquez y Manuel Mejía Vallejo, entre otros.
Esos escritores con nombres como Isaías Peña Gutiérrez, Roberto burgos, Germán Santamaría, Hugo y Roberto Ruiz, Enrique Posada, Policarpo Varón, Arturo Álape, entre muchos más, y que extrañamente no figuran dentro de la historia oficial de nuestro país y de sus movimientos literarios, usaron lenguajes atemperados heredados por Juan Rulfo con los que, según Peña Gutiérrez, “se adentraron en las dimensiones invisibles de la Violencia”, época que les tocó vivir, y frente a la que relacionaron el pacto del Frente.
La época de la “Violencia” trajo consigo una cultura de la que nacieron leyendas, fantasmas, modos de pensar y de vivir, los cuales se reflejaron en la literatura.
Dentro del desarrollo de la literatura pesó el hacho de que, en todo el período del Frente Nacional, el país se hubiera mantenido en estado de sitio, figura política que, además de reprimir y entorpecer el desarrollo normal del país, reprimió las formas de expresión, asunto que no les permitió a los literatos de esta época ser más francos, sinceros y críticos.
Por el contrario de la narrativa, la poesía esquivó los temas sociales y de coyuntura; y de la violencia vivida después de 1958 sólo quedan coplas de campesinos que tuvieron que soportarla en carne propia.
El Nadaísmo, movimiento surgido en 1958, buscaba provocar a la burguesía de la época, rebelándose en sus cuentos y poemas frente a las creencias religiosas, políticas y culturales de la época, venidas todas de una tradición. La esencia del movimiento la explicó uno de sus integrantes, Jotamario: “El nadaísmo nació en medio de una sociedad que, si no había muerto, apestaba. Apestaba a cacuchas de regimiento, apestaba a sotanas sacrílegas, apestaba a factorías que lanzaban por sus chimeneas el alma de sus obreros, apestaba al pésimo aliento de sus discursos, apestaba a incienso de sus alabanzas pagadas, apestaba a las más sucias maquinaciones políticas, apestaba a cultura de universidad, apestaba a literatura rosa, apestaba a jardín infantil, apestaba a genocidios, apestaba a miserias, apestaba a torturas, apestaba a explosiones, apestaba a pactos”.
Frente a estos hechos que marcaron a los diferentes escritores, la poesía y la literatura de los años setenta, fueron marcadamente apolíticas y apartidistas, todo esto, frente a la ilegitimación de estas figuras.
Aunque la violencia después del 58 no fue de partidos, se comenzó una lucha entre los militares y los grupos guerrilleros, asunto que generó aún más desplazamiento del campo a la ciudad, e impulsó el crecimiento de los cordones de miseria y de los barrios marginales en las grandes ciudades, asunto que aún sigue siendo un flagelo de descomposición social en nuestras ciudades hoy en día.
Como conclusión a este apartado, y frente al contexto del país en ese entonces, el pacto del Frente Nacional buscó menguar la confrontación que había existido entre políticos tradicionales azules o rojos, y lo logró; pero abrió aún más la grieta social, lo cual produjo nuevas enemistades.
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